lunes, 26 de marzo de 2007

Las manos que danzan

Era una calurosa mañana de principios de otoño; el cielo, fatigosa y lentamente, se iba desprendiendo de su obscuridad espesa. Las calles , no tan tristemente, todavía estaban medio desoladas.

El tren, apresuradamente, estaba repleto.

Vestido ligeramente acorde con la temperatura, me ubiqué en un rincón detrás del asiento individual, y muy cercano a la puerta que se abriría ocasionalmente.

Unos vagos hilos de sol se atrevieron a divisarse en el oriente, aparecidos como en un cuadro enmarcado por la puerta. Instantáneamente, por encima de las casas, comenzaba a mostrar su figura. Belleza cual ojos cegaban.

Una madre con su bebé reposaban en el asiento. Mi mano derecha, en busca de estabilidad del cuerpo, se agarraba con firmeza al respaldo del asiento. El bebé, pecho a pecho con su madre, me contemplaba asombrosamente.

Bajose su pequeña y tímida mirada hacia mi mano, la cual motivada místicamente moviose con entusiasmo, dedo a dedo, lado a lado. La dulce criatura alzó su diminuta mano y encontrose con la mía, comenzando una danza mágica e inolvidable...




No hay comentarios: